Mi ingreso al grupo EMAR

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Felipe Coy

¿Cómo se ingresa al grupo? – Es la pregunta que siempre hace Luis cuando alguien lo cuestiona acerca del criterio de selección para entrar a EMAR. En mi opinión, a pesar de la existencia de otras versiones, la respuesta no es otra que el azar. Lo que sucede con estas opiniones es que encuentran una manera específica de ingreso al contar su propia historia. No obstante, a mí me resulta engañosa, en cierta medida, toda visión en retrospectiva. Inclusive mi ingreso al grupo se iba conjeturando probablemente desde el día en que nací, lo que es una mentira evidente.

Cuando reconozco esto, encuentro poco sentido a aconsejar a la gente sobre qué caminos tomar: los sistemas complejos, como la vida, dan tanta importancia a los detalles, que las pequeñas variaciones generan finales distintos. Esta visión azarosa y volátil de la vida ha sido discutida en campos como las matemáticas, biología, la filosofía, etc. Para plantear mejor esta idea, piénsese en la escena del curioso caso de Benjamin Button: cuando atropellan a Deisy, el amor de la vida del protagonista, cada pequeña decisión de ese día, desde la mujer en París que se olvidó su abrigo y volvió por él, hasta el hombre que olvida ajustar correctamente su despertador, cambian el curso de la existencia de la protagonista. Cualquier mínima variación en estos eventos aparentemente inverosímiles, que posteriormente se concatenan en una cadena causal, habría definido un camino distinto a la mujer en mención.  Al final, el desastre de que sea atropellada parece inevitable.

Personalmente tengo una visión optimista y entusiasta de esta vida volátil y azarosa a la que sólo al final podemos atribuirle, engañándonos un poco, algo de sentido. Creo que por ínfima que sea nuestra presencia en el universo, somos ese detalle que puede cambiar el final de la historia. Creo que podemos ser esa persona en París que no olvida el abrigo y salva la vida de alguien al otro lado del mundo en otro momento del tiempo. En específico, considero que un buen acto hacia alguien, que incremente su confianza hacia los demás, puede desatar toda una cadena de eventos virtuosos que mejoren la existencia de un incontable número de seres.

Uno creería que un grupo de investigación no tiene el objeto de mejorar la vida de las personas en este sentido. Estaría uno loco si acudiera por ayuda espiritual a un grupo de Estudios en Microeconomía Aplicada y Regulación. Sin embargo, en mi caso el grupo no sólo ayudó a incrementar mi interés por la dimensión educativa de los individuos y me brindó el entorno para aprender a manejar paquetes estadísticos; no sólo me dio mi tema de investigación para mi tesis y me brindó todas las herramientas y espacios para realizarla, no, no sólo eso. Creo que, en el ámbito interno, el grupo me ha enseñado cosas más relevantes, quizás la más importante, fortalecer y asegurar esa visión optimista de la realidad azarosa, que por momentos resulta tan pesada.

Alexandra y Luis han ayudado a incontables personas a través de pequeños detalles que cambian la dirección de la vida de muchos individuos (incontables si se tiene en cuenta la concatenación causal de los eventos). Yo soy uno de ellos. Principalmente, es su ejemplo el que ha incrementado más mi entusiasmo por realizar buenos actos. Y es que, de hecho, son justamente estas últimas dos palabras en cursiva las que de alguna manera me atormentaban: ¿Qué es un buen acto? Hoy creo tener una respuesta, entre otras cosas, gracias al grupo. Pero ese no es el tema que nos compete ahora.

Volviendo al tema del ingreso al grupo, creo que me ha de dar la razón el hecho de que todos los integrantes actuales llegaron de formas distintas, tan distintas, que observar los denominadores comunes no es otra cosa que una arbitrariedad. Lo cierto es que cometeré dicha arbitrariedad. Al fin y al cabo, lo más probable es que esto sólo lo lea Luis, y si lo lee alguien más, como se verá más adelante, puede que esté próximo a ingresar al grupo.

Para empezar, digamos que hay dos vías usuales para ingresar al grupo: Luis o Alexandra; o como algunos pensarán: Juegos o Econometría. La mayoría de las personas que conozco del lado de Luis, tenían un fuerte interés por la investigación y la academia, muchas veces de manera implícita. En mi caso, siempre había querido dedicar mi vida a contribuir al bienestar de las personas de más escasos recursos, pero, para ello, quería primero formarme muy bien, de tal modo que la ayuda no se diera a través de la mera intención. Ayudar desde la ignorancia y la mera pasión ideológica siempre me ha parecido un atrevimiento ególatra y poco ético.

A través de un razonamiento que, creo yo, salvó buena parte de mis sueños, decidí hacer todo lo posible por entrar al grupo: (i) mi objetivo era graduarme con un promedio respetable, dado que sabía por mi hermana que me iba a ser útil para ingresar a becas en el futuro. Un esfuerzo grande, teniendo en cuenta que en mi educación previa nunca me preocupé por ello. (ii) Quería, por las mismas razones, aprender uno o dos idiomas antes de graduarme. (iii) Quería entrar a un grupo de investigación para aprender y tener una experiencia importante antes de salir a buscar otras oportunidades.

La decisión de buscar a Luis fue sencilla: GIDROT, la única opción dentro de la escuela además de EMAR, nunca me gustó. En cambio, a pesar de que en un principio me guiaba un escepticismo inocente de la microeconomía, –materias que me había visto con Luis- él siempre me pareció un tipo inteligente, buena persona y un sentido del humor particular: tres criterios suficientes para confiar en alguien. Le conté de mi interés y Luis, inicialmente, se sorprendió. Yo parchaba con gente de grupos políticos, que siempre me parecieron muy buenas personas, pero de quien nunca compartí su visión de hacer algo por el otro. Sin embargo, digamos que por ese grupo de amigos, Luis tenía una imagen mía de tener intereses más bien heterodoxos en la academia.

Le conté que no era así, y que mi único fin era formarme. La verdad no sé si le dije así, pero esa era la idea. Luis fue muy abierto desde el principio: me metió a un grupo en Facebook de Emar, al cual todavía pertenezco, y en el que están cada una de las personas que han estado en el grupo desde su creación. También me empezó a invitar a algunas reuniones. Sin embargo, fue por poco tiempo este primer contacto, dado que yo aplacé un semestre para ir a un work and travel a broncearme y a practicar mi inglés (aunque el primero no era un objetivo inicial, fue el que mejor se me dio).

A mí llegada no pude ver las materias que dictaba Luis, teoría de juegos, por una cuestión de cupos. A cambio, vi algunas materias, una de ellas con Diego Silva como profesor. Estaba contento con el cambio, y llegué a hacerme la idea de trabajar con él. Pero, creo que ya la decisión de ser de EMAR estaba tomada por la vida, el azar o la mente particular de Luis. El hecho es que al próximo semestre, en la primera clase de teoría de juegos, Luis me hizo el ofrecimiento de ingresar al semillero EMAR. ¿Por qué? Tal vez porque ya le había dicho mi interés o por cualquier otra razón desconocida para mí.

Mi conclusión, bastante simple, creo yo, es que si usted tiene intención de investigar, cumple con el requisito principal para que entre a EMAR. Lamentablemente, creo que el darse cuenta de que eso es lo que a uno le gusta es, justamente, una ruleta. Amigos míos que no ingresaron a EMAR, se arrepienten, porque entre otras cosas, les gustaba la academia pero no lo sabían (o no sabían muy bien “los pasos a seguir” para formarse como investigador). Lo otro es que si usted sabe que le gusta investigar, pero no le gustan los métodos cuantitativos, o le gustan, pero aplicados a la historia o a la información agregada, puede que EMAR no le llame mucho la atención. Y si en definitiva no le gustan, puede que sus intereses provengan de ramas más heterodoxas de la economía, las cuales no conozco muy bien.

Mi recomendación es que si su interés es comprender fenómenos sociales y entender el comportamiento de los otros, dentro del marco de las herramientas que le provee el tecnicismo económico, hable con Luis o con Alexandra. Toque las puertas, que es una sola, de estas buenas personas y continúe su aprendizaje por ese agradable camino del conocimiento. Supongo que si usted está leyendo esto, y ha llegado hasta aquí, ha de ser un buen estudiante, ha de tener un interés particular en el conocimiento o, simplemente, no tenía nada mejor que hacer (el azar siempre es así).

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