Buscadores de rentas: ¿Te gustaría jugar?

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Bryan Snehider Díaz

El manejo y la administración de la riqueza y los recursos materiales es una cuestión que nos afecta a todos de un modo muy directo. Es muy común pensar en el manejo de recursos como una tarea que solo les interesa a los políticos, a los grandes empresarios y a los inversionistas. Esto muchas veces nos lleva a ignorar la importancia que tiene la administración de todo tipo de recursos en el acervo de decisiones que tomamos cotidianamente: ¿deberíamos pasar una hora más viendo televisión o levantarnos a trabajar? ¿Vale la pena esperar que el semáforo se ponga en rojo? ¿Deberíamos llevar sombrilla hoy? Todas estas situaciones nos obligan a sopesar entre costos y beneficios en un ambiente donde muchas veces no tenemos claros todos los escenarios o resultados posibles y a lo sumo poseemos ciertas creencias sobre lo que nuestras acciones podrían desencadenar.

Hace unos días cuando un amigo intentaba venderme un sistema de seguridad surgió un intercambio de ideas interesante. Intentaba explicarme porqué debía adquirir urgentemente una muestra de su producto. Según él, un par de días atrás una amiga muy cercana había sido víctima de un robo, adicionalmente todas las personas hablaban constantemente sobre lo mucho que la inseguridad estaba aumentando. La suerte estaba tendida y sin necesidad de un análisis demasiado profundo todo parecía indicar que mi casa necesitaba de una alarma urgentemente. Sin lugar a dudas muchos otros clientes habrán cedido ante sus argumentos y habrán adquirido el producto, pero en mi caso la respuesta fue diferente. La cuestión es que independiente de lo que yo pudiera creer, me enfrentaba a una decisión donde mis acciones, la acciones de los demás y mi capacidad de comprender el ambiente con cabeza fría para asignar así mis recursos tenían una repercusión inmediata en mi felicidad, en la de mi amigo, y en la del posible ladrón que me quisiera robar.

Es por ello que a los economistas el concepto de eficiencia en la asignación de recursos les ha interesado desde siempre. Una asignación de recursos es eficiente cuando se ha llegado a un punto donde nadie puede mejorar sin que otro empeore; es decir, los recursos están siendo tan útiles como es humanamente posible. La eficiencia no es solo una cuestión de obtener más dinero para los empresarios, la eficiencia es el modo en que, por ejemplo, si no existiera un ladrón yo no tendría que comprar nunca una alarma, mi amigo no se dedicaría a venderlas, y todo ese tiempo, esfuerzo y recursos estarían mejor utilizados en alguna otra labor. Mi amigo podría producir helados, y yo estaría más que a gusto pagando por ellos.

Los recursos pueden asignarse haciendo uso de un amplio arsenal de mecanismos. Esta parte puede ser un poco abstracta, así que intentaré valerme de un ejemplo para hacerlo lo más sencillo posible. El gobierno de un país desea subastar el derecho a la explotación de un recurso natural; para ello invita a todos los posibles interesados a hacer parte de una subasta inglesa clásica (esas donde gana el que haga la puja más alta). Dada la naturaleza de la subasta es claro que como máximo cada uno de los participantes estará dispuesto a pujar la cantidad en que valore dicho derecho, y por tanto al final la subasta la ganará quien lo valore en mayor medida, obteniéndose de paso la mayor ganancia posible para el gobierno. Es una situación eficiente donde todos han alcanzado el mayor bienestar posible con los recursos que existen.

No obstante, imaginemos que el gobierno decide asignar el derecho al azar o que, aun peor, decide que el criterio de decisión sea diferente a competir dentro de unas reglas transparentes, es decir, obtener el favor del subastador, entregando el derecho a quien mejor le parezca. Sin lugar a dudas el resultado sería muy diferente y probablemente dejaría de ser eficiente. En ese sentido podríamos definir un mecanismo como un conjunto de reglas establecidas sobre el modo en que se debe distribuir un recurso. Los mecanismos existen en una gran cantidad de ambientes: cuando se elige el beneficiario de una donación de órganos, cuando una aerolínea decide asignarnos un nuevo vuelo porque el anterior se ha retrasado, o cuando decidimos invertir nuestros ahorros siguiendo alguna simple regla de inversión. Los mecanismos son esenciales para asegurar la eficiencia en la distribución de dichos recursos.

Los recursos dentro de un mecanismo pueden ser asignados muchas veces apelando a un ambiente competitivo. Si pensamos dos veces el asunto podríamos deducir que esta es la forma en que funciona el mercado, cada empresa funciona gracias a unos recursos, donde el ingreso fluye mediante la competencia hacia aquel que mejor se ajuste a las circunstancias. Un ejemplo quizás más cercano de lo mismo sería el mecanismo de subasta, cuya utilidad depende sobre todo de su naturaleza competitiva, los participantes compiten por sus pujas hasta que tenemos finalmente un ganador, en ese sentido la competencia incentivaría a las personas a utilizar de manera eficaz los recursos de que disponen.

No obstante, el papel de la competencia podría no siempre llevar a una situación tan equilibrada como esta, incluso podría decidirse que también tiene un lado oscuro. Competir no viene sin un costo, los participantes deben incurrir muchas veces en todo tipo de inversiones inoficiosas como llenar formatos, aumentar la burocracia y adquirir nuevo capital simplemente para poder participar en las licitaciones. El problema fundamental que deberíamos plantearnos es: ¿podría llegarse a un punto donde los competidores invirtieran una mayor cantidad de recursos que el premio por el que compiten? Recordemos que todos y cada uno de los participantes muchas veces no posee la información sobre las acciones de los demás, como yo no puedo saber si un ladrón me observa en este preciso instante pensando en robar mi casa.

Es por ello que nos interesa averiguar qué sucede en esta relación entre recursos y competencia, como economistas y como personas podríamos preguntarnos si en una sociedad tan diversa y compleja, como en la que vivimos, competir con el otro es la mejor forma de obtener los mejores resultados. Aristóteles decía que entre dos hermanos la sana competencia podía servir como una relación ideal, donde gracias a esta se extrajese lo mejor del otro. Pero más de dos mil años de decisiones competitivas nos ha mostrado que sometido a suficiente presión, competir puede resultar en un baño de sangre. Los invito a jugar buscadores de rentas y averiguarlo por ustedes mismos.

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